29 de septiembre de 2015

A fuego lento



Usted me llegó como un secreto despacito, a fuego lento, yo que por desandar memorias fingí soledad consensuada, de pronto me quise acompañada de usted, sentirle asombrada y sonreírle siempre.

Usted me cautivó aniñada, juguetón y persuasivo, yo que para olvidar promesas incumplidas huí desesperada de encuentros atardecientes, de un segundo a otro me sentí atrevida, ingenua y me imaginé enamorada, abrazada a usted y a sus ocurrencias.

Usted se me fue  doliendo, como cuando una despierta de un buen sueño, con la nostalgia de las despedidas que nunca hubiéramos escogido, con las ganas de los labios que nunca besamos, con esta sensación de estar demasiado despierta y el cansancio de haber caminado tantas vidas sin vivir.

Gracias, “chingón”, por las sonrisas que usted diluvió sobre mí, por el ruido, la mirada, el ritmo, la tranquilidad y el enorme deseo de volver a verlo.