2 de junio de 2019

Diario de una búsqueda siniestra

El Salvador se me presentó al cabo de 60 minutos, en medio de una conversación madrugona e infinita, una tensión de más de 1 año y 783 mensajes de WhatsApp. De pronto, en medio de un sinfín de recuerdos -aún por escribir- ahí tenía frente a mis ojos 21041 kilómetros cuadrados a 23 horas/tierra de mi casa y a solo dos pasos de mi libertad.

Viajé a El Salvador con la esperanza de encontrarme con la izquierda, de comprender si mis luchas sin cuarteles, sin guerras ni toques de queda, sin golpes y sin cañones también eran revolucionarias. Si mi corazón a contragolpe merecía una consigna -con batucada o sin ella- y si mi piel podría asumir pactos de paz y amor.

Terminé descrubriéndome en un paisaje dolorosamente conocido, por suspiros decepcionada de no ser tanto como vos, de no tener mi izquierda tan roja como vos. Entonces traté de encontrar mi guía en medio de tus besos, de tus caricias panfletarias y de tus miradas esquivas y acuarteladas y fue como atravesar fuego cruzado y encontrarme del otro lado intacta -invisible-. Me dolió, entonces no ver en vos más que una revolución cansada y repetida y yo que quería caminar cerca de vos, terminé huyendo -cobarde-rota-deshecha-perdida- con una guerra en mi mente por entender que vos te me deshacías discursivo en medio de un Salvador que pudo haberme rescatado de no haber sido yo tan poca izquierda.