29 de junio de 2013

La cita

Volverás, y traerás no sólo una maleta, sino dos, tres, y hasta cuatro maletas, me abrazarás como en nuestros mejores tiempos, te sentarás en mi sitio y abrirás todas las maletas y sacarás en medio de silencios todas las despedidas que seguimos debiéndonos.

11 de junio de 2013

El caballero del perrito

Un nuevo personaje había aparecido en la localidad: una señora con un perrito… Caminaba sola, llevando siempre la misma boina, y siempre con el mismo perrito; nadie sabía quién era y todos la llamaban sencillamente «la señora del perrito».

… Pero cuando la señora del perro se sentó a la mesa de al lado, a tres pasos de él, recordó esas historias de conquistas fáciles, de excursiones a las montañas, y el tentador pensamiento de una dulce y ligera aventura amorosa, una novela con una mujer desconocida, cuyo nombre le fuese desconocido también, se apoderó súbitamente de su ánimo.

Llamó cariñosamente al pomeranio, y cuando el perro se acercó a él lo acarició con la mano. El pomeranio gruñó; Gurov volvió a pasarle la mano.

La señora miró hacia él bajando en seguida los ojos.

-No muerde -dijo, y se sonrojó. (Anton Chejov, La dama del perrito)

Voy a nombrarte Nino, por el personaje de mi película favorita, porque aunque fue circunstancial que estuvieras ahí, lo cierto es que de todas las cosas buenas que pudieron sucederme ese día… me pasaste vos.

Te había repetido tantas veces en mi pupila y vos no hacías más que mirar a cualquier espacio menos hacia mi sitio en la mesa frente a vos, debía ser porque, y esto lo entendí luego, las otras tantas veces que te había visto dudé descaradamente de mi sonrisa.

Siempre venís acompañado o llegás solo y luego llega ella que es como un enorme batallón de dudas solapando mi gusto por vos, por suerte, para mí, siempre venís también cargando con un hermoso perrito blanco que bien pudiera redimirme de ese miedo a vos, a encontrarme con vos, a encontrarte con ella, también.

En una escena paralela, que bien podría discutirse en una sala de psiquiatría, yo me levanté y caminé hacia vos decidida a estamparte un enorme beso y arrastrarte hasta el aguacero que caía frente a nosotros… en un pensamiento adoquinado de libertades poco permisibles vos me habrías tomado entre tus manos mientras yo me diluía en la angostura inquieta de tus ojos azules.

No era, sin embargo, el espacio más coincidente, ni era yo la más coqueta de todas ni eras vos el más libre descubridor de instintos insurgentes y todo lo que pudimos ser pasó como un suspiro de la memoria.

Lo que sí sucedió como una tierna circunstancia de la vida es que vos estuvieras ahí y que tu perrito de pronto, como un buen voyerista de la volatilidad de nuestros pensamientos, se tirara a mis pies y de ahí no se levantara hasta que vos me sonreíste.